Una de las alegrías más comunes de los niños es pasar vacaciones con sus padres; este era el caso del pequeño Timoteo, hacía mucho que él no compartía tiempo con sus padres, ellos trabajaban mucho todos los días para tener una posición económica estable; la pareja decidió que el fruto de su trabajo durante ese año merecía un satisfactorio descanso, resolvieron irse de paseo por unos días; su hijo, que había salido bien en la escuela, también merecía un premio, estarían todos juntos como familia, esto alegró mucho a Timoteo, no solo tendría calidad de tiempo con sus padres sino cantidad también.
Días antes de salir de paseo,
algo inusual empezó a sucederle al pequeño Timoteo, despertaba en las
madrugadas y sentía que alguien le decía “no lo hagas”. Timy, como lo llamaban
sus padres, apenas tenía 11 años, estaba entrando en la pre-adolescencia, nunca
había sentido miedos de fantasmas o criaturas en su closet ni los miedos
nocturnos que frecuentemente tienen los niños, pero esto que le hablaba le
inquietaba mucho; la voz era desgarrada, de un hombre que habría pasado días vagando,
cansado, fúnebre y avejentado
En una de esas noches, Timoteo se
paró para ir al baño, no dejaba de pensar en esa voz tan sórdida que lo
conmocionaba; aún así el niño se levantó, al mirar desde su cuarto hasta el
baño sintió que se le helaba la espalda, era una sensación aterradora y aún mas
para alguien de su edad, tenía que caminar desde su cuarto pasando por el
cuarto de sus padres, la cocina y un pequeño pasillo para por fin llegar al
baño, a Timoteo se le hizo interminablemente largo todo ese recorrido pero sus
necesidades eran mas fuertes.
Entró y encendió la luz
rápidamente, luego de usar el inodoro se dispuso a lavarse las mano, mientras
lo hacía miraba su reflejo en el espejo, comenzó a ver su rostro que cambiaba
paulatinamente en una figura totalmente desconocida, era como de un mendigo muy
maltratado, podía detallar las cicatrices en el rostro, ojos parcialmente
borrados, dentadura casi nula, la poca estructura dental que le quedaba estaba
malograda; era lo mas atroz que Timoteo había visto, él salió corriendo del
baño, ni recordó apagar la luz, el camino a su habitación se hizo mas largo que
al principio; al acostarse y cerrar los ojos veía en su mente esa estampa
horripilante, el niño sólo quería que llegara la mañana.
Por fin amaneció, Timoteo no se
atrevía a decirle lo acontecido a sus padres, aunque ellos eran cariñosos y
comprensivos, se mostraban muy rígidos y aprensivos cuando de fantasmas,
apariciones o de lo paranormal se trataba, el niño tendría que soportar esto
por varios días sin saber si en algún momento acabaría. Noche a noche, Timoteo
rogaba porque ese ente que veía no apareciera de nuevo, durante varias noches
no consecutivas él veía al viejo en el espejo, a medida que avanzaban los días
los avistamientos se hacían mas recurrentes, ahora no sólo lo veía en el espejo
del baño, sino también en los de toda la casa.
Pasaron unos días y noches
tranquilos, pareciera que ese ente lo había dejado en paz, la noche antes del
tan esperado día para salir de paseo, tuvo otro turbulento encuentro con lo que
Timy llamaba el viejo del espejo, lo mas angustioso es que no sucedió a mitad
de la noche, sino cuando el niño se iba a la cama, luces encendidas, sus padres
en la cocina y él caminando hacia su habitación, Timy no quería pero algo lo
impulsó a verse en uno de los espejos de la sala y fue cuando el miedo atrapó
sus sentidos, en esta ocasión no fue el reflejo que se deformó, lo vio detrás
de él queriéndolo atrapar, el niño corrió despavorido hacia sus padres. Ellos
lo miraron sorprendidos por la actitud del infante, era la primera vez que lo
veían actuar así; cuando le preguntaron qué era lo que le pasaba, a Timy no se
le ocurrió mejor excusa que decir que vio una rata, le salió de sorpresa y lo
asustó, era la excusa mas absurda que se le había podido imaginar pero sabiendo
él como eran sus padres con las historias de fantasmas, no tuvo mejor
ocurrencia que esa. Sus padres poco le creyeron, más aún, en esa casa no había
plagas de ese tipo salvo algunas hormigas y una que otra araña y aunque no le
creyeron, no dieron largas a ese asunto.
La noche pasó, amaneció, los
rayos del sol entraban por la ventana a medio cubrir del cuarto del pequeño
Timoteo, al sentir el calor en su rostro, frotó sus ojos con las manos, se
levantó, miro hacia el patio a través de la ventana, vio que era de mañana, al
fin el tan ansiado día había llegado; sus padres se habían levantado temprano,
era un largo camino por recorrer, ya todo estaba listo, la algarabía de las
vacaciones hicieron olvidar a Timy, de momento, todos los sucesos de las noches
anteriores. ¡Listo!, todo empacado, las maletas en el auto, lo que podría
haberse olvidado se quedaría en casa, era tiempo de salir. Al pasar por el frente
de su casa, Timy sintió mucha inquietud, veía la ventana de su habitación desde
el auto y muy a lo lejos divisó esa silueta siniestra que le había causado
tantas noches de insomnio y escalofríos.
Mientras duraba el viaje, Timoteo
olvidó por completo sus miedos, el paisaje, el camino y las canciones en
familia le hicieron olvidar todo lo que le preocupaba. Ya se estaba haciendo
tarde y aún faltaba mucho camino por recorrer, el padre de Timy resolvió
quedarse en un hotel antes de seguir hasta su destino; llegaron a un buen hotel
en la afueras de una ciudad, no era lujoso pero tenía buenos servicios,
espacioso y excelente atención, el lobby daba una agradable sensación de
ambiente familiar y la música de fondo tranquilizaría hasta al mas cansado
huésped. Allí pasó la familia la noche, la madre de Timy estaba encantada con
el lugar, era algo muy relajante y un ambiente acogedor, sin embargo al pequeño
le inquietó esto, de repente se sintió como en casa y en ese momento era el
último lugar en el que quería estar.
Esa noche, Timy sintió nuevamente
la espeluznante sensación que lo seguía, parecía que lo arropaba, que lo
observaba durante la noche en cada paso que dado, lo peor tal vez era esa
sensación de estar cerca de sus padres sin poder decirles nada. Llegó el día,
amaneció mas lento que de costumbre, y aunque ya era de día Timoteo no dejaba
atrás esa pavorosa sensación que le acompañó esa noche; la familia siguió su
camino, los padres de Timoteo notaron que algo lo preocupaba, pero por más que
lo persuadieron de decir que le pasaba, el niño solo los miraba, sus ojos redondos,
grandes y vidriosos expresaban todo lo que quería decir, con su codo apoyado en
el posa brazos de la puerta del carro y su mano sosteniendo su mandíbula, fijó
la mirada en las nubes del cielo despejado que había en ese momento, sus labios
cerraron cada palabra; repentinamente el ambiente cambió, ya no habían
canciones, un silencio invadió el interior del auto durante mucho tiempo, se
rompió ese hielo cuando al fin Timoteo dice a sus padres:
-Papá, mamá ¿por qué la gente
cree en fantasmas y apariciones?
La madre le contesta: No sé hijo,
la gente siempre quiere creer que sus seres queridos nunca parten de este mundo
y se refugian en esas cosas.
-¿No crees que eso puede tener
algo de cierto? Vuelve a preguntar Timoteo.
-¡Claro que no! Respondió el papá
con voy muy convincente. –Además esas son historias que inventa la gente.
-¿Y qué opinas de los espantos y
fantasmas? ¿No crees que tenga algo de cierto?
-Ya te dijo tu papá –responde la
madre– que solo son historias, a veces para pasar el rato, para asustar y en
otros casos hasta para ganar dinero. ¿Porqué tanta insistencia? ¿No hemos
hablado eso contigo antes?
-Solo me lo preguntaba mamá, solo
eso.
No pasó mucho tiempo hasta que
llegaron a su destino, atardecía, el firmamento rojo y naranja anunciaba que el
día se estaba acabando y pronto la noche llegaría. Se hospedaron en otro hotel,
este era más lujoso, grande y con más vistosidad que el anterior, algo le hacía
sentir a Timoteo que había estado ahí antes, pareciera que era el mismo hotel donde
se hospedaron primero pero más ostentoso, Timoteo se inquietó mucho porque no
sabía si aguantaría más el guardar silencio con lo que le estaba pasando.
Antes de irse a acostar, la
familia salió a divertirse un rato, no querían quedarse hasta tarde
desvelándose pero tampoco querían dejar de compartir un rato como familia,
terminaron su velada, entraron al hotel hablando de lo que harían al día
siguiente y planeando el resto de sus vacaciones. Al entrar a la habitación
Timoteo sintió el aire pesado y lúgubre, se miró rápidamente en el espejo del
baño pero no pasó lo de costumbre sin embargo sentía que “eso” estaba ahí.
La pareja se acostó, notaron que
Timoteo estaba inquiero, pero cuando le preguntaron que le pasaba, él no decía
palabra alguna, de algún modo, el niño sabía que lo algo le estaba esperando.
Entrada la noche el Timy se despertó, no quería por nada del mundo abrir los
ojos en medio de la noche, arropado hasta la cabeza, a lo lejos oyó una melodía
muy relajante, era la misma que tenía el primer hotel donde estuvieron, sin
embargo esta melodía sonaba algo diferente, como triste; Timoteo se levantó
llevando la sábana que lo arropaba, tenía una inmensa curiosidad de saber de
donde venía esa música, le llamaba mucho la atención, al mimo tiempo que le
helaba la espalada, fue caminando lentamente, preso por sus temores pero
impulsado por la deseo de oír más de cerca esa melodía.
Vestido con su pijama de cuadros,
la manta sobre su cuerpo con la que se arropaba, en su mano izquierda un
peluche del dinosaurio de Mario Bros, Yoshi, lo pies descalzos y caminando como
pidiendo permiso a un pie para mover el otro, así a ese ritmo salió del hotel,
el lobby estaba solo, las luces a medio encender, la música parecía venir de
afuera de ese hotel, la fría noche había abrazado las calles, todo estaba
íngrimamente solo, cerca de él, Timoteo oyó la espeluznante voz que le dijo:
“no lo hagas,” aún así él siguió su camino, se adentró en las solitarias calles
que se entrecortaban con una delgada neblina, así habrían pasado unos 10
minutos, pero a Timy le pareció una eternidad; repentinamente comenzó a llover,
Timy se cubrió con la manta y abrazó su peluche, se dirigió de vuelta al hotel,
la melodía ya no se escuchaba, rápidamente el niño corría para no mojarse,
tropezó con varias personas en el camino, algunas le gritaban, otras lo
empujaban.
-Es raro, esas personas no
estaban cuando salí, las calles estaban solas, ¿De dónde salieron tantos autos?
¿Acaso me equivoqué de vía? No puede ser, solo caminé en una dirección– Pensó
Timy.
Al llegar al sitio de partida,
entró y oyó la misma melodía de antes, la misma que había oído en el primer
hotel, se acercó al recepcionista, el entorno era otro, las personas no eran
las mismas, los atuendos eran diferentes, pero la música era exactamente la que
el niño había escuchado días atrás. Mientras Timoteo se acercaba a la
recepción, la gente lo miraba, murmuraba, los menos discretos se mostraban
asqueados al verlo, otros trataban de no pasar cerca de él; al llegar al lobby
el recepcionista le pregunta:
-Señor ¿Desea algo? ¿Qué esta
buscando?
-Disculpe, quiero ir a la
habitación de mis padres.
-Señor… ¿De qué esta Ud. hablando?
-Mis papás se alojaron en este
hotel hace unas horas. Quiero ir a la habitación con ellos.
-Voy a tener que pedirle que se
retire- refutó el recepcionista.
-Pero mis papás están aquí,
quiero ir con ellos.
El recepcionista mostrándose molesto,
con un tono de voz más firme y el ceño de la frente parcialmente fruncido le
vuelve a decir. –Le repito que se retire antes de que llame a seguridad, esto
dejó de ser un hotel hace más de 40 años. Este es un edificio de negocios.